Día de Robar algo en el Trabajo 2020

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Robar en el Trabajo en la Era del Trabajo “Esencial” y el “Teletrabajo”

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Desde hace diez años, el 15 de abril celebramos el Día de Robar Algo en el Trabajo. Coincidiendo con el día de los impuestos—cuando el gobierno roba a lxs trabajadorxs parte de su sueldo para financiar la policía, el ejército y varios programas de bienestar social para lxs ultrarricxs—el Día de Robar Algo en el Trabajo celebra la creatividad de lxs trabajadorxs que arremeten contra la economía que lxs explota.

Sin embargo, hoy en día, las consecuencias de la estafa global llamada capitalismo han llegado tan lejos que casi una cuarta parte de nosotrxs no tenemos ni empleo ni ninguna fuente de ingresos. Muchxs de lxs que todavía tienen trabajo se ven obligadxs a arriesgarse todos los días a morir solo para traer a casa un sueldo, mientras que lxs trabajadorxs más privilegiadxs han visto cómo sus trabajos invaden sus propios hogares. El día de los impuestos se retrasa a julio—es difícil robar a lxs que no tienen ingresos, aunque nuestrxs opresorxs pretenden exprimirnos tarde o temprano.

La crisis provocada por la pandemia del COVID-19 debería poner las cosas en su sitio. Aunque lxs ejecutivxs y expertxs en prevención de pérdidas se llevan las manos a la cabeza por los robos sufridos en el trabajo, las manos largas de lxs empleadxs no son las responsables de drenar sistemáticamente los recursos de los hospitales o de acelerar el catastrófico cambio climático. Lo indignante no es robar en el trabajo—lo indignante es lo mucho que nos ha robado el capitalismo.

Pero ¿Cómo Robamos en el Trabajo en Medio de una Pandemia?

A medida que la historia se acelera, el pequeño y humilde gesto de robar en el trabajo, a través del que tantxs trabajadorxs han hecho valer su autonomía y han llegado a fin de mes, se ha vuelto casi anticuado. En una catástrofe mundial que no es más que un anticipo de lo que está por venir, tenemos que ser más ambiciosxs en cuanto a lo que pretendemos aprovechar.

Trabajadorxs “Esenciales”

La mano de obra se ha dividido en trabajadorxs “esenciales”, “teletrabajadorxs” y desempleadxs. En muchos casos, “esencial” significa simplemente “desechable”—además de a médicxs y enfermerxs, define a una gran variedad de trabajos mal pagados que conllevan un alto riesgo de exposición al COVID-19. Por supuesto, si tienes uno de estos trabajos, todavía tienes acceso a bienes materiales; todavía puedes robar en una tienda de comestibles o en un almacén.

Cuando tanta gente carece de acceso a cualquier tipo de recurso—mientras lxs empresarixs y lxs políticxs que están por encima de ellxs conspiran para obligarnos a arriesgarnos a un millón de muertes con tal de reiniciar la economía—robar para apoyar a quienes no pueden comprar productos se convierte en un deber solemne para con la humanidad.

¿Qué pueden hacer lxs “trabajadorxs esenciales” además de sacar a escondidas alimentos, suministros médicos y productos de limpieza de los lugares de trabajo? ¿Podemos fijar la vista en algo más organizado?

El mes pasado, ante los despidos anunciados, lxs empleadxs de General Electric exigieron que les mantuvieran en sus puestos para construir respiradores para el tratamiento de la COVID-19. Esto apunta a las posibilidades que tienen lxs trabajadorxs de recuperar los puestos de trabajo que les han sido robados. Sin embargo, hacer reivindicaciones a multinacionales como General Electric producirá pocos resultados a menos que seamos capaces de encontrar la manera de ejercer presión sobre ellas.

En Grecia, lxs trabajadorxs no remuneradxs de Salónica fueron más allá, se apoderaron de la fábrica en la que habían trabajado y la utilizaron para fabricar su propia línea de productos de limpieza ecológicos. Este es un ejemplo de robar en el trabajo a gran escala, uno que podemos aspirar a emular en los Estados Unidos en los próximos años.

¿Podríamos robar las infraestructuras existentes y usarlas para producir una sociedad diferente? ¿Deberíamos aspirar a tomar el control de la cadena de suministro global y gestionarla de manera más eficiente que sus actuales señorxs supremxs?

El entorno de trabajo por excelencia del siglo XXI es el almacén de Amazon. Los dispositivos y el software de vigilancia que utiliza, obligan a lxs humanxs a comportarse como robots. En algunos almacenes de Amazon, pantallas gigantes muestran imágenes de empleadxs que fueron sorprendidxs robando, para aterrorizar al resto de trabajadorxs y conseguir que obedezcan. Aprovechando la pandemia, Amazon ha aumentado su plantilla en más de 100,000 nuevos puestos, pero todos los beneficios aún se concentran en los puestos de más categoría. Letreros en los almacenes de Amazon informan a lxs trabajadorxs de que deben mantener en todo momento un metro de distancia entre unxs y otrxs como medida contra el virus, cuando en realidad sus puestos de trabajo están a medio metro de distancia unos de otros. ¿Hay sitio para semejantes lugares en nuestros sueños de futuro?

Antes de decidir qué aspectos de la cadena de suministro global debemos mantener, analicemos el significado de la palabra “esencial”. La policía de algunas zonas de Estados Unidos ha declarado de manera explícita que “protestar no está catalogado como actividad esencial”; pretenden aprovechar la pandemia para suprimir cualquier disidencia, aunque la disidencia es el único medio por el que podemos hacer valer nuestras necesidades y defender nuestra seguridad. La libertad es inesencial, junto con la vida de lxs trabajadorxs de primera línea. Mientras tanto, el gobernador de Florida ha considerado la lucha libre profesional como actividad esencial, junto con el resto de “deportes profesionales y producciones de medios con una audiencia a nivel nacional”. Como en la antigua Roma, lo fundamental es el pan y el circo.

Por tanto, no deberíamos aceptar el concepto de “trabajadorxs esenciales” al pie de la letra. El capitalismo ha monopolizado actividades como la producción de alimentos, que solían tener lugar de forma más descentralizada. Somos de los primeros seres humanos en nacer en una sociedad en la que la única forma de obtener alimentos es ir a una tienda de comestibles atendida por empleadxs. La mayoría de nosotrxs no tenemos otra opción hoy; este monopolio es lo que hace que lxs trabajadorxs de las tiendas de comestibles sean “esenciales”. En casi cualquier otro modelo, estxs trabajadorxs no serían la única barrera entre nosotrxs y el hambre.

A un nivel básico, los almacenes de Amazon y las cadenas de supermercados corporativos son como la policía: son esenciales para el mantenimiento de este orden social, pero no son necesariamente esenciales para la vida misma. Dependemos de ellos porque—a través de siglos de sucesivos cercamientos de los bienes comunes—nos han robado todo lo que sostuvo a nuestra especie durante el primer millón de años de nuestra existencia.

Cuando pensamos en cómo recuperar la vida que el trabajo nos ha robado, esto sugiere otro punto de partida, junto con el robo individual en el trabajo y las okupaciones colectivas de lugares de trabajo. Podemos comenzar a restablecer los medios de subsistencia fuera de la economía—por ejemplo, a través de la okupación de jardines urbanos y suburbanos. Especialmente para aquellxs que ahora están desempleadxs, esta es una forma en la que pueden robar la posibilidad de subsistir, a un mundo optimizado solo para el empleo. Quizás, algún día, donde actualmente hay centros logísticos de Amazon, pueda haber jardines comunitarios con comedores colectivos y aulas para el cuidado de niñxs.

Teletrabajadorxs

En la era de la vigilancia tecnológica, se están difuminando algunas de las diferencias entre lxs trabajadorxs de almacenes, vigiladxs por drones, y lxs trabajadorxs de cuello blanco, vigiladxs por tecnología que toma al azar capturas de sus pantallas durante la jornada laboral. Todxs estamos siendo “optimizadxs” según los mecanismos y criterios de control capitalista. En el trabajo remoto o “inteligente”, nuestrxs empleadorxs invaden nuestros dormitorios, ajustando despiadadamente nuestras actividades más íntimas a las demandas del mercado. Lxs trabajadorxs de clase media ahora nos tenemos que preocupar de si la decoración de nuestros dormitorios y el comportamiento de nuestrxs hijxs será aceptable para nuestrxs empleadorxs. Nada es sagrado.

Los drones con cámara mantienen la vigilancia dentro de los almacenes, al igual que la cámara del dispositivo que estás usando para leer este artículo puede usarse para vigilarte.

Al mismo tiempo, a medida que nuestras vidas se vuelven cada vez más dependientes de las tecnologías digitales, algunas de las diferencias entre lxs empleadxs y lxs desempleadxs también se están difuminando. Entre aquellxs de nosotrxs que estamos desempleadxs, muchxs también pasamos nuestros días en reuniones de Zoom y haciendo clic en teléfonos y ordenadores. Nuestros comportamientos—pagados o no—pueden ser casi idénticos. Nuestra actividad online continúa generando beneficios a las multinacionales que emplean un modelo basado en la economía de la atención, la recolección de datos y similares.

Proféticamente, para el Día de Robar algo en el Trabajo de 2013, unx de nuestrxs autorxs analizó por qué el robo de tiempo por sí solo no puede llevarnos más allá de los regímenes del capitalismo:

Lxs trabajadorxs que se dedican a las tácticas de la Perruque [es decir, al robo de tiempo], pero usan esas horas para participar en un capitalismo digital que mercantiliza la atención del/a usuarix, simplemente se escabullen de un trabajo para hacer otro. En 2013, lo llamamos “redes sociales”; en treinta años, no tendrá nombre. […] Agregamos estrellas y comentarios a los productos de Amazon mejorando sus ventas; nos autocontrolamos con Facebook; y ayudamos a los motores de búsqueda a anticiparse a los deseos humanos actuando para ellos como público de prueba.

Por lo que, si bien el robo de tiempo es el único medio claro que queda para que toda una clase social bajo arresto domiciliario pueda robar algo en el trabajo, no debemos asumir que será suficiente para llevarnos más allá de la lógica de la que estamos tratando de escapar. Eso se aplica tanto a lxs desempleadxs como a lxs que trabajan a distancia.

¿Cuál es la solución? Para volver a la sabiduría de nuestrxs antepasadxs, nunca deberíamos utilizar ninguna herramienta producida por el sistema capitalista para el propósito para el que se creó. Citando “Abandonar la utopía digital1

“Hay un mundo invisible conectado al asa de cada herramienta; usa la herramienta como está concebida y te adaptará al molde de todxs lxs que hacen lo mismo; desconecta la herramienta de ese mundo y podrás empezar a trazar otros “.

Para aquellxs que se limitan a trabajar o jugar online desde casa, esto ofrece una forma de pensar en nuestras pequeñas revueltas individuales. Cuando se dedique al robo de tiempo, no se limite a hacer clic en Internet, entregando información adicional a las multinacionales y gobiernos que nos espían a todxs. Tenemos que utilizar ese tiempo de manera creativa y eficiente para prepararnos para la próxima fase del colapso global. Aprende una habilidad que puedas usar lejos del ordenador, algo que pueda ayudarte a curar o nutrir a las personas, ya sea biológica o psicológicamente. Crea nuevas conexiones y redes que puedan asumir una forma offline imposible de rastrear en un futuro próximo. Imprime cartas y entrégalas a todxs lxs inquilinxs a tu alrededor invitándolxs a participar en la huelga de alquiler que se está desarrollando y ofreciéndoles apoyo. Recuerda, siempre debes tener un plan secreto.

Ahora más que nunca, robar algo en el trabajo tiene que significar atacar el sistema que nos obliga a trabajar.


Concluimos con la narración de un empleado sobre toda una vida de robos en el trabajo, un recuerdo de una época más sencilla en la que, para muchas personas, era más fácil canalizar los recursos de la economía capitalista hacia una alegre y creativa actividad anticapitalista. Si la pandemia, la automatización y la vigilancia tecnológica siguen transformando nuestras vidas de la forma en que lo han hecho, es posible que pronto estas historias sólo pertenezcan a un pasado comparativamente idílico—pero eso sólo hace que sea aún más importante transmitirlas, para que los que vengan después de nosotrxs puedan ver todo lo que han perdido y les entren más ganas de luchar.


El Tiempo es Siempre lo Mejor que se Puede Robar al Trabajo

Estoy escribiendo esto en horario de trabajo bajo órdenes de permanecer en casa.

Quiero compartir una lista incompleta de todas las cosas que he robado en el trabajo en el transcurso de mis dos décadas y media como parte de la mano de obra. Quiero comenzar reconociendo que mi situación probablemente sea diferente a la tuya. Cuándo y dónde crecimos, dónde vivimos ahora, el tipo de trabajo que hacemos, el relativo privilegio del que cada unx de nosotrxs se beneficia…

Esto no es una receta ni un manual. Es posible que tengas acceso a oportunidades que yo no tengo. El tiempo, el lugar y la situación pueden ser diferentes, pero lxs jefxs siguen siendo lxs jefxs y la lucha sigue siendo la lucha. Busca las grietas y cuélate por ellas.

Repartidor de Periódicos

Cuando estaba en secundaria, tenía una ruta de reparto de periódicos. Los entregaba todos los días después de la escuela. Una vez a la semana junto con los periódicos se incluían unos cupones. Llegaban a mi casa junto con el paquete de periódicos, en un fajo extra de pequeños papeles y se suponía que debía meterlos en todos los periódicos antes de entregarlos. Yo era un buen chico y al principio, hice lo que se suponía que debía hacer. Esto hizo que la carga de periódicos en mi mochila pesara el doble.

Aun así, no pude evitar sospechar que a la mayoría de las personas no les importaban los cupones. Entonces realicé un experimento. Dejé de incluir los cupones en el periódico y esperé a ver quién se quejaba. Hice una lista mental de las pocas casas en las que la gente realmente quería los cupones y los incluía en los periódicos que entregaba en esas casas. El resto iban directamente a la papelera de reciclaje.

Esto me ahorró, literalmente, un peso sobre mis hombros. También liberó una hora extra de preciosas horas de luz diurna después de la escuela para jugar con lxs amigxs del barrio. Se suponía que el reparto de periódicos me iba a enseñar el valor de un trabajo bien hecho—y así fue.

Soporte Técnico de la Escuela Secundaria

En secundaria estaba en una clase de informática. Lxs estudiantes teníamos carta blanca para usar lo que quisiéramos, siempre y cuando brindáramos soporte técnico a lxs maestrxs que tenían problemas. Impresora atascada. Red sin señal. Falta el ratón. Cualquier cosa la arreglábamos.

Sin embargo, yo pasaba la mayor parte del tiempo en una esquina usando la grabadora de casetes de alta velocidad. Podía grabar una cinta en otras tres al mismo tiempo, a cuatro veces la velocidad normal. Creé un pequeño sello discográfico casero usando esa máquina. Eso cambió mi vida, conectándome con otrxs jóvenes de todo el mundo en los días en que Internet estaba comenzando a despegar.

También diseñé, imprimí y produje en masa innumerables fanzines en los ordenadores, impresoras y fotocopiadoras de la escuela.

Puesto de Comida y Mostrador de Admisión a la Piscina

Casi al mismo tiempo, trabajé en un puesto de comida en una elegante piscina que prestaba sus servicios a barrios exclusivos. Ganaba el salario mínimo. Nunca pagué nachos o slushees, tampoco mis compañerxs de trabajo, amigxs o conocidxs casuales.

En los años siguientes, también trabajé en el mostrador de admisiones. Me encargaba de la caja registradora. La gente que venía a nadar me pagaba y seguía su camino. Lxs niñxs pagaban un dólar y medio. Dos dólares lxs adultxs. Cincuenta centavos extra por el tobogán de agua. Todo el día. Una y otra vez.

En los calurosos días de verano, la piscina ingresaba varios cientos de dólares al día. Algunos días llegaba un grupo de una guardería o un campamento. Fueron grandes días.

Es difícil quedarse con las vueltas de $ 1,50. Si te quedas con el cambio, tus bolsillos se vuelven pesados y tintineantes. También queda rastro en los recibos.

Pero no si la caja registradora está rota. Curiosamente, cada verano que trabajé allí, la caja registradora dejaba de funcionar la primera o segunda semana. En la práctica, esto reducía la caja registradora a un mero cajón de dinero, eliminando el rastro en papel de los recibos. Hacía los cálculos en mi cabeza, abría el cajón, hacía el cambio y mantenía el recuento en mi cabeza. ¿Cuántos clientes han atravesado la puerta hoy? ¿Cuánto puedo sisar sin que nadie se dé cuenta?

La respuesta: compré un ordenador, una impresora, un monitor y un escáner nuevos para llevarme a la universidad. ¡Y muchos discos!

Aprender a hacer cálculos matemáticos mentalmente puede ser una habilidad importante si no has nacido envuelto en pañales de seda.

Tienda de Comestibles

En cada turno durante mi hora de almuerzo, me acercaba al pasillo de los zumos, escogía una botella, luego iba al mostrador de comidas calientes y me servía un montón de patatas fritas. Si mi amigx estaba trabajando en la caja de comidas calientes, hablamos un poco, haciendo una pequeña actuación para lxs posibles espectadorxs. Si no, simplemente me sentaba y empezaba a comer.

Como cajerx, tenía algunos privilegios y mucha discreción. Si algo no tenía buena pinta, o le faltaba el código de barras, o ni yo ni el cliente conocíamos el código del producto… se lo llevaba gratis. O, si me daba la sensación de que se habían caído, se lo cobraba a veinticinco centavos. De esa manera, me veían cobrar algo y no se veían obligadxs a tomar una decisión sobre la ética del robo en el trabajo.

Cada vez que amigxs pasaban por caja, hacía la pantomima de marcar sus compras, girando cada producto para que el código de barras estuviera hacia arriba, lejos del escáner y decía “boop” en voz alta. Intercambiábamos un saludo, un guiño y luego les pedía que me compraran un paquete de chicles. Factura total: veinticinco centavos.

Una vez cometí el error de intentar pasar esos ahorros al padre de mi mejor amigx. Generalmente era un tipo bastante majo. Por ejemplo, durante la iglesia dominical, en lugar de hacerles que sus hijxs tuvieran que escuchar sermones, les enseñaba álgebra y matemáticas avanzadas para sus respectivas edades.

Pero ese día, malinterpreté enormemente su sentido de la ética. Cuando se dio cuenta de que estaba escaneando artículos al revés, empezó a montar un escándalo, vociferando sobre sus principios. Afortunadamente, pude salvar la situación antes de que alguien se diera cuenta de lo que estaba pasando.

Cuando se trataba de coger comida del lineal, yo era, entre lxs empleadxs, el ladrón más astuto—siempre me iba con algo metido en mis pantalones. Una comida o dos para salir del paso entre un turno y otro.

También robé montones de películas, fotos reveladas y fotocopias. Dejaba algunos carretes de fotos de conciertos punk rock en el mostrador de revelado, marcando las casillas de todas las actualizaciones: impresiones de gran tamaño, duplicados, acabados elegantes. Cuando las recogía, decía que tenía que hacer otras compras antes de pagar. Simplemente me dejaban irme con ellas. Allí no pagué ni una sola vez por las películas, el revelado o las impresiones. Los buenos viejos tiempos.

Sala de Informática de la Universidad

En la universidad, trabajé en la sala de informática. La universidad tenía en el almacén un ordenador realmente elegante sin usar. Me llevé a casa todas sus piezas una a una. Más tarde, compré una carcasa y las volví a montar en un nuevo ordenador, que fue utilizado para servir al público en general en una sala de informática compartida, en un espacio colectivo.

Como muchas otras cosas, robar en el trabajo era más fácil en la década de 1990.

Beca de Diseño Web

Resultó que era bueno en diseño web. Realizaba el trabajo muy rápido, luego pasaba el resto del tiempo diseñando fanzines y trabajando en otros proyectos creativos.

Cada Trabajo de Oficina con Ordenadores

Siempre he robado tiempo cuando he trabajado en oficinas. Fue especialmente útil ser bueno con los métodos abreviados del teclado para ocultar o destruir lo que estaba haciendo cuando aparecían lxs jefxs.

También cogía las cosas típicas de una oficina: cables, papel, copias impresas, fotocopias, grapadoras, grapas, cinta adhesiva, teclados, ratones, soportes para portátiles, sillas. También robaba a veces ordenadores en el trabajo. Una vez, cambié un par de estos ordenadores por un coche que luego conduje por todo el país en un Gran Road Trip Americano.

Cuando se da la ocasión, siempre me aprovisiono de comida. Bocadillos para mí para ahora, bocadillos para mí para más tarde, para cuando no esté en la oficina. Si venían amigxs a visitarme al trabajo, comían gratis, pero también cargaban sus bolsas y bolsillos. Intento hacer hincapié en el uso de alimentos proporcionados por la oficina para proporcionar comida, refrigerios y bebidas a lxs sin hogar.

En Tiempos de Pandemia Global

Este viaje por la memoria está muy bien, incluso si algunos de los detalles ya no son necesariamente útiles. Pero ¿qué significa robar algo en el trabajo cuando muchas personas están trabajando desde casa o están desempleadas?

Si todavía tienes trabajo en un lugar físico y aún tienes acceso a cosas físicas, puedes continuar robando. Alimentos, suministros… ¡papel higiénico! Llévate algo para ti, para tus amigxs y familiares, para tu red de ayuda mutua. No te limites a acumularlo—todo lo que des a lxs necesitadxs te será devuelto con creces.

También puedes robar para que otrxs no tengan que hacerlo. Hazlo sin que ellxs lo sepan, si crees que saberlo podría ponerlxs nerviosxs. Lxs cajerxs todavía tienen el privilegio de dejar selectivamente de cobrar artículos a clientes que compran suministros durante la pandemia. Lxs repartidorxs pueden introducir en las bolsas que reparten un extra de esto o aquello.

Si tu lugar de trabajo es ahora el sofá de tu sala de estar, la mesa del comedor o el dormitorio, todavía hay formas de robar algo en el trabajo.

Si tienes la suerte de tener tiempo libre remunerado “ilimitado”, entonces, por el amor de dios, ¡disfrútalo! Úsalo para concentrarte en tu salud física y mental. Úsalo para cuidar a tus amigxs y vecinxs. Úsalo para ser voluntarix en proyectos de ayuda mutua.

Si tienes flexibilidad para alejarte del ordenador mientras trabajas, ¡hazlo! Aunque no vayas a ningún sitio, aléjate del ordenador durante un rato.

Puedes robar tiempo.

Puede tomarte un tiempo de descanso durante tu jornada laboral, entre las reuniones de Zoom y las discusiones del canal Slack, para hacer lo que quieras. Puedes anotar en tu calendario momentos de “horas de trabajo tranquilas” para protegerlas de las invitaciones a reuniones. ¡Puedes ver películas, formarte o incluso escribir un artículo sobre robar en el trabajo para algún sitio web anarquista! Si lo necesitas, échate una siesta o mira por la ventana.

Está bien no ser productivo ™ en esta situación. Esta vez no se trata simplemente de teletrabajar. Teletrabajamos durante una pandemia global que ya ha matado a más de 100.000 personas, una toma de poder fascista en curso y un fracaso económico a gran escala. Tienes permiso para perdonarte a tí mismx por no escribir el próximo Rey Lear, descubrir el siguiente cálculo matemático, aprender otro idioma o dominar un instrumento musical.

Si te gusta hacer esas cosas, deberías hacerlas. Si no, también está bien. Cuida de ti mismo ahí fuera. Recuerda que tu tiempo es el recurso no renovable más valioso que jamás tendrás.

Si tu corazón es libre, el tiempo que pasas es territorio liberado. ¡Defiéndelo!


  1. El texto continúa: “El valor del producto capitalista ideal proviene del trabajo incesante y no remunerado de toda la raza humana. Nosotrxs seríamos prescindibles; él sería indispensable. Integraría toda la actividad humana en un solo terreno unificado, accesible solo a través de adicionales productos corporativos, en el que la explotación y el mercado se fusionarían”. Ahora estamos viendo cómo se fusionan la fábrica de explotación, la oficina e incluso el dormitorio.